He escuchado en una de esas televisiones retrógradas, a una tránsfuga a sueldo del gobierno del partido popular, que los sindicatos estamos anticuados y respondemos a modelos de hace dos siglos, es decir el siglo XIX.
Debe ser porque, en tiempos de crisis, aún con más firmeza, nos empeñamos en mantener y ampliar los servicios públicos de calidad como factor de cohesión social y creación de empleo.
La evolución democrática en Europa, especialmente tras la I Guerra Mundial, ha estado vinculada al desarrollo del denominado Estado del Bienestar, eso que en el planeta global se conoce como Modelo Social Europeo, que consiste en que los poderes públicos están obligados a crear y sostener sistemas de protección, como la Seguridad Social, articulados en torno a derechos ciudadanos básicos.
Es un sistema distinto al del sálvese quien pueda de otros modelos liberales, donde los derechos no existen, la protección se la compra quien puede y quien no puede acude a la beneficencia pública o privada.
No obstante no hay un único modelo de bienestar. Depende de factores históricos, culturales, económicos o sociales. Por ejemplo, una España sometida a 40 años de dictaduras presenta retrasos históricos en muchos aspectos constitutivos del Estado de Bienestar en el resto de Europa, como ocurre con el reconocimiento de derechos como la atención a la dependencia.
El pacto constitucional español ya recogía estas carencias cuando afirmaba la voluntad europeísta al definirnos como Estado Social y Democrático de Derecho.
Es Estado Social sólo es posible si existe una redistribución de riqueza que no garantiza por sí misma la libertad de mercado y que depende de dos cosas: Un sistema fiscal equitativo, justo y progresivo en el reparto del esfuerzo recaudatorio y un gasto público y social eficiente y que persigue la igualdad.
Muchos de esos derechos han sido fruto de la lucha de los trabajadores. No habría pensiones, prestaciones por desempleo, salud laboral, educación y sanidad públicas, atención a la discapacidad y la dependencia, vivienda con protección pública, convenios colectivos, si los sindicatos de clase no hubieran existido. Porque no son regalos, sino conquistas.
Ahora, aprovechando la crisis, la caverna mediática y política, soez y faltona, quiere conducirnos cincuenta años atrás, allí donde los derechos laborales y sociales no existían, utilizando la crisis como argumento para sustentar la imposibilidad de sostener los derechos garantizados por el Estado Social.
Lo han intentado antes, con escaso éxito, pero llevan años en el intento, y ahora, con la disculpa de la crisis, creen que pueden llevarse el bocado entre los dientes.
Mal que le pese a la tertuliana a sueldo del Gobierno del PP, y a los títeres y marionetas que la acompañan, a buen precio por tertulia, con los trabajadores organizados han topado. Con los sindicatos de clase, que van a defender el Estado Social con firmeza, porque donde no hay derechos, no hay Estado.