Si Ustedes, igual que yo, han escuchado en estos días explicar, una y mil veces, los motivos de la subida de la luz que alega el mejor valedor de las grandes compañías eléctricas, el Gobierno de Zapatero, y siguen Ustedes sin entender nada; cuéntenme entonces entre sus filas. Esto no hay quien lo entienda.
Parece ser que el precio de la electricidad que gastamos ha crecido más de lo que pagamos, 20.000 millones de Euros más, que el Gobierno ha ido pagando por nosotros. Sin que el Gobierno, es decir, sin que entre todos y todas, hayamos pagado ese supuesto déficit tarifario, a las compañías eléctricas no les salían las cuentas. Yo no sé como serán esas cuentas, pero lo cierto es que en 2009, el conjunto de estas empresas acumuló unos beneficios de 7.700 millones de Euros. Eso sí, un 22% menos de lo que ganaron en 2008, que ellas también han notado la crisis, y lo deben estar pasando fatal.
Para no salirles las cuentas, no está nada mal. Pero claro, además de ganar los 7.700 millones que ya ganaron, tenían que haber ganado 20.000 millones más porque las tarifas tenían que haber sido aún más caras de lo que fueron. Así que a rascarse el bolsillo todo el mundo.
Si Ustedes, igual que yo, escucharon en su día pregonar que este servicio público se privatizaba para ofertarlo más barato y con mayor calidad, o algo ha debido funcionar muy mal, o a Ustedes y a mi nos han engañado descaradamente.
Este Gobierno socialista que teóricamente está para defender los derechos suyos y míos, que somos obreras y obreros, trabajando o en paro, es el mismo Gobierno que ha abaratado y facilitado el despido. Que ha eliminado todos los estímulos al crecimiento económico para luchar contra el déficit público olvidando la lucha contra el paro. Que ha eliminado el subsidio de los 426 Euros para las personas que peor lo están pasando, y ha reducido los impuestos a las empresas con beneficios. Es el mismo Gobierno que pretende jubilarnos obligatoriamente a los 67 años en vez de a los 65. Pues este mismo Gobierno ha decidido también que las compañías eléctricas ya no aguantan más, y que debe subir el recibo de la luz un 10%. No queda más remedio, hay que reducir el déficit y toca pagar otra vez entre todos y todas los 20.000 millones del déficit tarifario con sus respectivos intereses, claro. No queda más remedio que intervenir en el bolsillo de la ciudadanía para solucionar el problema. No queda más remedio, es la frase más oída desde mayo.
Pero hablando de déficit público, de lo que no queda más remedio, y de necesidad de intervenciones del Gobierno. Todas y todas nosotros tenemos depositados 150.000 millones de Euros públicos para socorrer al sistema financiero que, a pesar de los enormes beneficios que arroja, está pasando una mala racha. Pero a cambio de este desembolso el Gobierno ni se plantea alguna intervención en la banca. No se produce ninguna intervención del Gobierno a los bancos para que liberen el crédito, y dejen de asfixiar a las pequeñas empresas y a las familias. Y aquí es precisamente donde un Gobierno socialista debería intervenir, y no en los bolsillos la clase trabajadora, que ya está bien. Y también tendría que intervenir para modificar el sistema fiscal, para incrementar los ingresos exigiendo más esfuerzo a los que más tienen. Estas son las reformas estructurales que realmente harían falta para empezar.
Y ante esto, la cruda realidad. El Gobierno socialdemócrata tiene muy bien asumida la ortodoxia ultraliberal, y no hará otra cosa que seguir defendiendo los intereses del capital y cargar, una y otra vez, el peso de sus contrarreformas sobre la clase trabajadora. Contrarreformas que eliminan las reformas conseguidas con décadas de lucha, que han conseguido ir dulcificando lo peor del sistema que sufrimos, que han ido amortiguando el latigazo más duro del capitalismo, que ahora, muestra su verdadera cara.
Reformas estructurales es realmente lo que hace falta, para aprovechar la crisis del capitalismo introduciendo cambios que nos conduzcan a unas estructuras más justas, más humanas, y más democráticas.
Reformas estructurales es realmente lo que hace falta, pero no en la dirección que señalan los mercados y el gran capital, sino justamente en la dirección contraria