El 25 de noviembre, Día Internacional para la erradicación de la violencia de género, está consiguiendo poco a poco convertir noviembre en el mes de la reivindicación de la igualdad de género; se va reconociendo paulatinamente que el origen de esta manifestación de violencia es la desigualdad entre mujeres y hombres, claro está, en perjuicio de las primeras. Tal como expresa la periodista y experta en feminismo Nuria Varela, "se agrede a alguien que se considera inferior".
La violencia de género o violencia machista, es un fenómeno que engloba diversas formas de violencia ejercida sobre las mujeres, en la familia y en la sociedad, solo y exclusivamente en función de su sexo, es decir, por el hecho de ser mujer. Su causa es estructural y radica en la histórica desigualdad en la distribución de poder entre hombres y mujeres, que ha desembocado en un modelo de sociedad patriarcal basado en normas, valores y principios que sitúan a las mujeres en una posición de inferioridad.
Este grave problema ha sido invisibilizado sistemáticamente, situándolo en el ámbito privado y por lo tanto ignorado como problema social. El movimiento feminista y la lucha de las mujeres han promovido, sobre todo en las últimas décadas, cambios muy significativos en cuanto a la sensibilización del problema a nivel mundial, consiguiendo que se reconozca que el origen de la violencia contra las mujeres "trasciende lo privado" y se sustenta sobre una construcción cultural. Su tratamiento legal en nuestro país también ha evolucionado en los últimos años, pasando de la práctica impunidad del agresor hasta las medidas de acción positiva en el ámbito penal contenidas en la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, ley de 2004 que, no obstante, sólo es aplicable a la violencia que sufren las mujeres por parte de su pareja o expareja masculina.
Otra ley de 2007, la de Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres, con su repercusión en reformas del Estatuto de los Trabajadores y en la elaboración del EBEP, rellenará algunas lagunas sobre violencia sexista en el ámbito laboral no recogidas en la Ley Integral, abordando la prevención y la penalización del acoso sexual y el acoso por razón de sexo.
Porque hay que recordar que la violencia machista tiene múltiples y sutiles formas de manifestación y, por ello, es difícilmente medible, y sólo los datos oficiales de las últimas décadas, casi todos referidos a la violencia reconocida en el entorno afectivo, pueden aproximarnos a la magnitud del problema. No cuesta mucho imaginar que estas cifras sirven solo como indicador parcial y que esconden mucha violencia silenciada, bien por vergüenza de las mujeres a reconocerla o por la "normalización" de la propia violencia en la relación de pareja o en cualquier otro ámbito.
Son muchos los maltratos que no se reconocen como tal, o que aún reconociéndolos se silencian, como ha puesto de manifiesto algunos estudios en el ámbito sanitario de atención primaria en los que se concluye que alrededor de un 30% de españolas y un 65% de inmigrantes declaran haber sufrido maltrato alguna vez, bien de tipo emocional, físico o sexual.
Desenmascarar los estereotipos y prejuicios sexistas que causan la inhibición frente a la lacra social que supone el maltrato de género nos ayudará a conocer las razones que aún provocan que las mujeres silencien la violencia que están sufriendo, poniendo en riesgo su salud, su integridad y a veces la vida. De hecho la ONU ha declarado la violencia de género como un problema de salud de primer orden en el aspecto físico, psíquico, sexual y reproductivo. Porque la violencia machista no sólo mata, si no que también provoca graves discapacidades a las mujeres, las mutila o las enferma, una realidad con frecuencia ocultada entre la visión de los homicidios; lo mismo que ocurre con las consecuencias adversas sobre las y los menores a quienes afecta de lleno este tipo de maltrato.
El apoyo social e institucional a éstas y a todas las víctimas de violencia de género es fundamental, en la misma medida que es esencial la prevención mediante el despliegue de todas las armas de las que nuestra sociedad democrática dispone para paliar, superar y erradicar la violencia de género, como son la sensibilización contra la discriminación y la educación en igualdad. El sexismo se aprende desde la infancia y la igualdad también.